Opciones de matriculación

Dentro de la fundamentación teórica del programa de Licenciatura en Ciencias Naturales y Educación Ambiental, se propone la reflexión crítica del hecho educativo y pedagógico desde la comprensión del fenómeno social y afectivo, como manifestación cultural, política, relacional y de lógica e interacción (Apple, 2019), lo que establece el continuo diálogo entre cuatro elementos fundamentales de las relaciones humanas: 

 

El primero, el asunto social como contexto, medio y representación de una idea colectiva, en palabras de Spencer (1966) una nomenclatura de lo grupal, constituido como organismo o sistema, el cual requiere de la interacción, relaciones, vínculos entre otros para su propia representatividad y funcionamiento. Actualmente, se mantiene la idea de “sociedad red” expresada por Castells (1996) como estructura, lo que implica organización, enclave de un contexto histórico emergente propio de finales del siglo XX y principios del XXI -la era de la información-, es decir, se habla y se vive de una sociedad hiperconectada, tecnológicamente avanzada, con vínculos a través de los medios y mediaciones tecnológicas, que están proponiendo otras formas de entender las relaciones humanas y sus encuentros, estos últimos, ya perfilados desde ámbitos como los propuestos por Weber (2002): económicos, legales, culturales, étnicos, religiosos, políticos, hegemónicos y demás, así como también, desde las reflexiones y proyecciones de  Beck (1998), Drucker (1993), Sartori (1998), Castoriadis (2007), Foucault (2000), Marcuse (1993), Ianni (2004), Barnett (2001), Popper (1982), Bauman (2008), Adorno (1962), Luhmann (2005), Porter y Kramer (2006), GarcíaCanclini (2010), Montenegro (2014a y 2014b ), Grimson (2011)  entre otros.

 

El segundo, lo afectivo desde las implicaciones emocionales propias de la naturaleza del hombre y su organización social, el cual se ha postulado de similar forma que la idea anterior, eso quiere decir, como cuestión procesual, sistémica, pero que data sobre las relaciones que se establecen desde las primeras etapas de desarrollo (Mansilla, 2000; Ausubel y Sullivan, 1983; López, Etxebarria, Fuentes y Ortiz, 2001; Piaget, 1968b y 1973). Lo anterior, implica el estudio dedicado de todas aquellas manifestaciones fisiológicas propias de la condición humana natural, pero de igual forma, de aquellas representaciones que se configuran en su vínculo con la sociedad (relaciones humanas) y los primeros sujetos manifiestos de ella (Pérez, 1994; Pollock, 1990 y Mansilla, 1999; Bowlby, 1951 y 1979). En esta medida, comprender el hecho de los vínculos afectivos a edades tempranas es sustantivo para el entendimiento de las particularidades que componen el ser y sus prácticas, ya que determina las capacidades cognitivas, morales, conductuales y sociales que perfilarán principalmente el desarrollo de los afectos. Así las cosas, es necesario analizar y reflexionar sobre las principales teorías del desarrollo afectivo, como las propuestas por Erickson, Piaget y Sears (Maier, 1968, Piaget 1968a), de similar forma, las fases evolutivas y las características de la afectividad infantil, la idea de inteligencia emocional (Goleman, 1999 y 2002), las emociones, el periodo de adaptación y en sí el desarrollo afectivo y el pensamiento complejo (Morín, 1990).

 

El tercero, la pedagogía, se plantea como una reflexión continua de la acción formativa, en donde intervienen las experiencias (Dewey, 2010; Sáenz-Obregón y Zuluaga, 2004; Montenegro, 2016 y 2017), las situaciones históricas y contextuales que las referencian en una idea de nación, humanidad, conocimientos, disciplinas, formas de ser y hacer (Albán 2009; Mejía, 2008; Santos, 2003; Walsh, 2013), el sentido ético en relación con las interacciones sociales y culturales (Ramírez, 2008) entre otras. Así las cosas, formarse para la profesión docente implica asumir la pedagogía como saber fundante, que se direcciona en la dupla saber disciplinar y saber científico, para la lectura crítica de las realidades y los fenómenos que las componen y determinan, es decir, la promoción emergente de un encuentro de saberes (Freinet, 1972 y 2001; Gvirtz, 2000; Luhmann y Schorr, 1996, 1990, 2000).

 

Finalmente, el cuarto, la inclusión, que para Habermas (1998, 1999) implica un reconocimiento tanto de los movimientos – colectividades como de las representaciones de la idea de emancipación orientadas desde la comprensión de las diferencias indistintamente de su tipología y prácticas, las cuales deben ser superadas principalmente en escenarios como el pedagógico (Araya, 2011). La cuestión sobre la inclusión y exclusión son ideas de una tradición importante y considerable en el ámbito sociológico, que recientemente se han ubicado en escenarios de política pública, en gran medida, a la resignificación de la condición humana actualmente vigente, justo allí hay un mayor énfasis de esta idea en los procesos educativos, pedagógicos y formativos (Mascareño y Carvajal, 2015). De este modo, atender los principales enfoques de la inclusión – exclusión desde las principales teóricas sociológicas, sistémicas, a la luz de las nuevas desigualdades presentes en el ámbito educativo perfila la comprensión de las distintas situaciones interrelacionadas de inclusión y exclusión (Atkinson y Davoudi, 2000; Echeita y Sandoval, 2002; Ainscow, Hopkins, Southworth y West, 2001; Carusso y Dussel, 1996; Colom y Mèlich, 1994; Donald, 1992; Foucault, 1977; GarcíaCanclini, 1990; Luhmann, 1998, Labraña, 2014, García- Blanco, 2012).

 

En este sentido, a partir de este cuarteto y desde un posicionamiento propio de la pedagogía crítica propuesta como distintivo del maestro latinoamericano (Freire, 1968, 1970, 1971, 1979, 1992, 2000; Albán 2009; Walsh, 2013; Montenegro, 2017), es imperativo el estudio, análisis, comprensión, reflexión e indagación de las dinámicas socioafectivas que han condicionado y configurado la idea de pedagogía y otras categorías próximas a ella como la inclusión (Piaget 1969).

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