La enseñanza y el aprendizaje del emprendimiento son la base fundamental para la construcción del tejido empresarial de un país. En los países desarrollados la formación de nuevos emprendedores ha sido considerado un asunto de política pública. Un profesional con vocación empresarial tiene mayores posibilidades de éxito laboralmente porque desarrolla habilidades de liderazgo, innovación y autoempleabilidad aplicadas a la vida productiva de su región. En los últimos años esta cátedra se ha ido vinculando de manera permanente en los contenidos curriculares de programas de pregrado y postgrado puesto que su importancia no solamente radica en el número de las empresas que se puedan crear sino en su fin: posibilidad de crecimiento y generación de riqueza logrando una interrelación armoniosa entre mercado, personas y recursos. De acuerdo a estudios como el proyecto Tunning realizado en las principales Universidades de América Latina, se establece que una de las principales competencias más relevantes de un Administrador es “detectar nuevas oportunidades para emprender nuevos negocios y/o desarrollar nuevos productos”. Se puede afirmar entonces que, en el mundo, en el país y en la región, se ha despertado la conciencia y la motivación necesaria para la incorporación del emprendimiento como un factor decisivo conducente a mejorar el nivel de vida de las personas a través de sus aportes a la formación de personas innovadoras, críticas y propositivas.